jueves, 4 de junio de 2015

Juan Manuel de Rosas: el Restaurador- por María Eugenia Demarchi y Gina Turquetti

BIOGRAFÍA DE JUAN MANUEL DE ROSAS

Jorge Gelman: “Rosas es uno de los personajes mas polémicos de la historia argentina, porque la historia de Rosas fue construida por una generación de personas que combatían contra Rosas y llegaron al poder cuando Rosas cayó”.

Nacimiento, familia y primeros años
Juan Manuel de Rosas nació en Buenos Aires el 30 de marzo de 1793. Su padre fue León Ortiz de Rozas, un militar que descendía de una respetada familia española. Su madre fue Agustina Teresa López de Osornio, quien poseía un importante patrimonio y se encargaba de administrar la estancia El Rincón. Tenían un estatus alto socialmente. Di Meglio confirma esto cuando dice: “En esta imagen aparecen como "doña" y “don”  y eso es un signo de distinción en la época. En la época colonial y también en los primeros años independientes, si vos llevabas delante de tu nombre el término "don" o "doña", implicaba una diferencia social, y eso demuestra que Rosas nace en una familia pudiente, una familia respetable para la época. La infancia de Juan Manuel transcurrió entre la vida de campo y la vida de la ciudad.
En 1806, cuando se produjo la Primera Invasión Inglesa, Juan Manuel, con apenas 13 años, se presentó ante Santiago de Viñas. Liniers lo destinó como servidor de cañón. Durante su labor, el joven vivió en primera persona la lucha encarnizada por defender la ciudad de los invasores. Después de cumplir con sus obligaciones, Juan Manuel se decidió por regresar al campo. Se dedicó a administrar los bienes de su familia, pero la convivencia con su madre, que lo acusaba de despilfarrar los bienes, se le hizo insoportable. Rosas renunció a su trabajo como administrador y abandonó la casa.
En aquellos tiempos, se había enamorado de una joven llamada Encarnación Ezcurra. En 1813, se convirtió en su esposa, con la que tendría tres hijos. Casado e independizado de su madre, Rosas buscó tener un patrimonio económico propio. Esto lo llevó a asociarse con sus amigos Luis Dorrego y Juan Nepomuceno Terrero. La sociedad que formaron se dedicó a la construcción de un saladero en Quilmes y luego a la compra y venta tierras y ganado, con gran éxito. En 1820, la sociedad de Dorrego, Terrero, Rosas creó la Estancia San Martín, en Cañuelas, y Los Cerrillos, en Guardia del Monte. Esta última poseía 300.000 hectáreas de extensión.

Los inicios en la política
La habilidad de Rosas para administrar las propiedades lo convirtió en un hacendado clave de la región. Esto le permitió, de a poco, relacionarse con la política, presentando peticiones a los sucesivos gobiernos, abogando por los intereses de los productores ganaderos y saladeros.
Como administrador escribe una instrucción que se llama “Para los mayordomos de estancias”, donde se muestra muy estricto en cómo controlar la producción. Hay que tener en cuenta que en esa época no existía el campo alambrado, por lo tanto se hacía muy difícil controlarlo. Rosas, mediante este texto sumamente obsesivo, marca perfectamente cómo controlar la estancia, y eso también le da prestigio como administrador. Además, en su experiencia como administrador y como estanciero, adquiere una gran habilidad en la relación con la población rural, particularmente con los sectores populares.
En 1820 se produjo un acontecimiento decisivo: el Litoral se enfrentó a Buenos Aires en la Cañada de Cepeda. Los caudillos López y Ramírez vencieron al poder central, que quedó destruido. Alguien tenía que ocupar de forma interina el cargo de gobernador. Varios  estuvieron interesados en ocupar el puesto, pero no lograron consolidarse. Finalmente, Manuel Dorrego, coronel del Ejército y hermano del socio de Rosas, fue elegido gobernador interino de la provincia de Buenos Aires. Dorrego usó las milicias para defender la ciudad de un nuevo ataque del santafecino López. Rosas, que servía en la milicia, proveyó al gobernador con quinientos de sus colorados. Dorrego luchó duramente contra las fuerzas santafecinas y los expulsó de la provincia, pero luego invadió Santa Fe y fue vencido. Esto condujo a que la Junta de Representantes le quitara el poder al derrotado Dorrego. Rosas, al tanto de las noticias, convocó a los generales Martín Rodríguez y Gregorio Aráoz de Lamadrid. 
Manifestó su apoyo político y económico a Rodríguez para que fuera gobernador de Buenos Aires, y con este aporte clave de Rosas, Rodríguez fue elegido gobernador por la Junta de Representantes. Pero como la mayor parte de las milicias de la cuidad seguían a Manuel Dorrego, se revelaron furiosamente contra Rodríguez. Dorrego no participa de ese levantamiento, pero sí mucha gente que quiere que él siga como gobernador, y entonces Rosas interviene militarmente, al mando de su milicia, los Colorados del Monte, y derrota con esas tropas rurales a la milicia de la ciudad. Gracias a su actuación, Rosas fue aclamado Restaurador del Orden.
Pacificado el clima de Buenos Aires, Rosas pujó por conseguir una paz duradera con Santa Fe. El 24 de noviembre de 1820, en la estancia Benegas, firmó un acuerdo con el gobernador López. En una cláusula secreta, Rosas entregó una indemnización de 25.000 cabezas de ganado a modo de donación particular, ya que durante la Guerra de la Independencia, Santa Fe había quedado devastada y necesitaba recuperar su economía. Este acuerdo selló la paz entre Buenos Aires y Santa Fe. Sería el inicio de una larga alianza entre López y Rosas. Cuando en 1821 el gobernador Rodríguez inició una violenta campaña con el objetivo de apropiarse de algunas tierras de indígenas y de tomar represalia por un malón, Rosas se opuso y cortó su relación con el gobernador, a quien había apoyado para alcanzar la gobernación. Regresó a su labor en las estancias, distanciándose de la política.
En 1824, un Congreso Constitucional convocado en Buenos Aires nombró al unitario Bernardino Rivadavia como presidente de la República. Hasta entonces, Rosas nunca se había opuesto a las decisiones de ese dirigente político. Ahora Rivadavia quiso dividir la provincia de Buenos Aires en dos. Por un lado, la región norte, Con capital en San Nicolás. Y por el otro, la del sur, con capital en Chascomús. Propuso, además la nacionalización de la Aduana, proceso que perjudicaba los intereses de los productores ganaderos. Rosas y un numeroso grupo de estancieros se opusieron a Rivadavia, exigiéndole su renuncia, la cual se produjo ante las muchas oposiciones que levantó su presidencia. Al poco tiempo, la Junta de Representantes de Buenos Aires volvió a elegir a Manuel Dorrego, que ahora era el líder del Partido Federal, como gobernador de la provincia. Dorrego nombró a Rosas comandante general de las milicias de la campaña de la provincia de Buenos Aires. La relación entre Rosas y Dorrego era tensa debido a las discrepancias suscitadas en el pasado, por lo que Juan Manuel no tuvo injerencia en el Gobierno. Dorrego se encontró en una posición complicada, pues la provincia se hallaba en estado crítico tras la costosa guerra con el Brasil, que se libró entre 1825 y 1828. Rosas, preocupado por la situación de Buenos Aires, donde la tensión política entre unitarios y federales iba en aumento, le ofreció su apoyo a Dorrego, pero este no lo aceptó. Una insurrección unitaria, comandada por Juan Lavalle, estalló en la ciudad y tomó el poder. Dorrego escapó a la campaña. A pesar de las advertencias de Rosas, Dorrego se enfrentó con Lavalle en Navarro, donde fue derrotado y fusilado.
Muerto Dorrego, Rosas se convirtió en la principal figura del federalismo porteño. La campaña bonaerense se reveló contra Lavalle. Rosas se sumó al levantamiento y se volvió su líder. Ayudado por los soldados del santafecino López, combatió a las tropas de Lavalle y venció al unitario.
 
Primer gobierno
El 8 de diciembre de 1829, la Legislatura porteña lo nombró brigadier y Restaurador de Leyes. Juan Manuel de Rosas comenzaba su primera gobernación. Se transformó en el heredero de la popularidad de Dorrego en la cuidad, sumándola a la que ya tenía en la campaña. Para conquistar el orden, todos debían ser federales. Esto lo llevó a firmar un decreto que obligaba a utilizar la divisa federal color punzó. 
Aunque sus adversarios, los unitarios, habían fracasado en Buenos Aires, habían triunfado en muchas provincias. Liderados por el general Paz, conformaron la Liga del Interior. Para luchar contra ellos y destruirlos, Rosas firmó en 1831 el Pacto Federal con las otras provincias federales: Santa Fe, Entre Ríos y, durante un corto tiempo, Corrientes. Los federales organizaron un gran ejército con el dinero de Buenos Aires. Una tropa santafecina capturó al general Paz, quien fue encarcelado. A continuación, el federal Facundo Quiroga derrotó al ejército unitario y la Liga del Interior se derrumbó. 
Sin la amenaza unitaria, se creó entonces la Confederación. Cada provincia era un Estado autónomo, con sus autoridades y sus decisiones. Solo se unía a las otras en caso de un ataque exterior, y todas delegaban el manejo de las relaciones exteriores en la provincia más poderosa: Buenos Aires. De esta manera, la primera gobernación de Rosas llega a su fin.
 
Campaña al desierto
La Legislatura porteña le ofreció la reelección, pero como había pasado el peligro unitario, ya no iba a tener facultades extraordinarias. Rosas creía que sin ellas no se podía gobernar. Se ofendió y no aceptó el cargo. Rosas se dedicó a organizar una campaña militar contra los indígenas para extender la frontera y ganar territorio. La gobernación provincial fue ocupada por Juan Balcarce, un colaborador de Rosas. Pero bajo su gobierno se formó un sector opositor al Restaurador dentro del federalismo. Rosas los llamaba “los Cismáticos”. Su esposa, Encarnación Ezcurra, tomó las riendas de la carrera política de su esposo, ausente en la campaña contra los indígenas. Encarnación dirigió a los federales partidarios de Rosas, llamados “los Apostólicos”. No era común que una mujer fuese dirigente política, pero Encarnación demostró tener mucho más talento y decisión que los otros líderes apostólicos. 

La revolución de los restauradores
En octubre de 1833, Buenos Aires vivió una etapa de convulsión política. Los cismáticos, apoyados por Balcarce, y los apostólicos se enfrentaron duramente. Encarnación aprovechó la situación y organizó un levantamiento popular, conocido como la Revolución de los Restauradores. Muy pronto, el gobernador Balcarce renunció. Su lugar fue ocupado por Viamonte, quien también fue desestabilizado por la gente de Encarnación hasta que renunció. El grupo de rosistas fanáticos apoyados por Ezcurra formó un club político llamado la Sociedad Popular Restauradora, que se ocupaba de presionar a los enemigos de Rosas. Años más tarde, esa sociedad tendría una rama armada, conocida como La Mazorca. Jorge Gelman dice que:  “La Mazorca fue un instrumento del rosismo, para doblegar a los enemigos de Rosas en la ciudad de Buenos Aires, y no cabe ninguna duda de que La Mazorca ejercía el terror.” 
 
Segundo gobierno
 Rosas regresó a Buenos Aires en 1834 como un caudillo victorioso. La Sala de Representantes lo eligió gobernador tras la renuncia de Viamonte. Pero como en la Sala había todavía muchos federales que querían evitar una dictadura, no le otorgó las facultades extraordinarias que él quería. Entonces, Rosas no aceptó el cargo. La Legislatura insistió cuatro veces, y el caudillo se negó en todas las oportunidades. El gobernador interino fue su amigo Manuel Maza. Pero en 1835, Facundo Quiroga, que había sido enviado por el gobierno porteño al Norte para pacificar un conflicto entre Salta y Tucumán, fue asesinado brutalmente. Buenos Aires entró en pánico. La Sala de Representantes temía que volviera el desastre de la guerra civil. Solo un hombre aparecía como garantía ante la crisis. Le ofrecieron la gobernación por cinco años con facultades extraordinarias y la suma del poder público. Rosas tendría en sus manos el control absoluto del Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Pero para legitimar ese poder, Rosas pidió que se confirmara su nombramiento mediante plebiscito. Así comenzaba la segunda era del Restaurador de las Leyes.
Su objetivo fue llevar a cabo un efectivo orden administrativo que limitara el déficit presupuestario. Para eso, perfeccionó el régimen aduanero. Vendió tierras públicas, pero también cerró la Universidad y suprimió los fondos para asilos y hospitales.
 
Posición frente a las grandes potencias europeas
Bloqueo francés
Al mismo tiempo, sus enemigos conspiraban contra él, y esperaban su oportunidad. Esta llegó ante una agresión imperialista: la de Francia. El 28 de marzo 1838, los franceses bloquearon los puertos de Buenos Aires y el Litoral. La excusa, entre otras, fue que Rosas no quería liberar a prisioneros franceses acusados de unitarios. El accionar del caudillo porteño fue decidido. Se dispuso a mantener firme la soberanía de la Confederación. Incluso recibió el ofrecimiento del exiliado general José de San Martín, que se ponía a su disposición. El bloqueo francés fue aprovechado por los enemigos de Rosas para levantarse contra él. 
Los ataques llegaron desde todas partes. Simultáneamente se formó un ejército de unitarios y antiguos federales que intentó invadir Buenos Aires al mando de Lavalle. Además, el Gobierno uruguayo, del Partido Colorado, también le declaró la guerra al Restaurador. Esto llevó a que las provincias del Norte formaran una liga, que le quitó el manejo de las relaciones exteriores. La expedición que envió Rosas contra el interior fue terrible. Finalmente, el 29 de octubre de 1840, Rosas firmó un tratado de paz con Francia. El bloqueo se levantó. La Liga del Norte, Corrientes y los colorados uruguayos fueron vencidos. 
 
El boqueo anglo-francés 
En  1843 parece que solo queda Montevideo, que era una ciudad amurallada, asediada, y todo parece terminar. Lo que hace Rosas es también sitiar la ciudad por el río. Y cuando parece que va a caer Montevideo, interviene otra vez Francia, pero esta vez aliada con Inglaterra.
En 1845, una flota anglo-francesa bloqueó el puerto de Buenos Aires. Su objetivo era evitar que Rosas tomara Montevideo y lograr la libre navegación del Río Paraná para así obtener todos los beneficios comerciales. Hasta entonces, Rosas había mantenido una excelente relación con los británicos. Pero el cambio de política de Gran Bretaña lo enfureció y decidió darles batalla. El 20 de noviembre, en la Vuelta de Obligado, las tropas porteñas abrieron fuego contras las flotas que entraban en el Paraná, sin autorización. La consigna era defender la soberanía de la Confederación. Pese a la heroica defensa, la victoria recayó en los invasores, que avanzaron hacia el Norte. Dos años más tarde, en 1847, Inglaterra y Francia levantaron el bloqueo sobre Buenos Aires. El Restaurador se presentó ante el mundo como el único mandatario del continente que había logrado resistir a las naciones más poderosas de Europa. Esto le dio un gran prestigio en toda América e hizo que la Confederación se hiciera conocida en Europa. Desde Francia, San Martín le envió su sable a Rosas.
 
Rosas y la Iglesia Católica
Las relaciones entre Rosas y la Iglesia oscilaban entre acuerdos y disensiones. El Papado, que había desconocido a los gobiernos revolucionarios, a partir de la década de 1820 había intentado regularizar su vínculo con las provincias argentinas, tratativas que solían chocar con el reclamo de que se reconociese al gobierno el patronato que antiguamente ejercía la Corona española. No era un tema menor, ya que incluía el “cúmplase” para la designación de obispos.
Mientras que los unitarios quedaron identificados con las medidas anticlericales de Bernardino Rivadavia. Rosas gustaba asociar el federalismo con la estricta observancia de la fe católica. Restauró iglesias y permitió el regreso de dominicos y jesuitas. Esto le valió el apoyo del clero local, que se convirtió en sostén de su figura. Era habitual oficiar misa con el crucifijo junto a la imagen del Restaurador. Para Rosas la iglesia era una de las más importantes garantías de orden social y político. Por eso, la controló rígidamente, se reservó el derecho de patronato, en lo relativo al nombramiento de los sacerdotes, y mantuvo a distancia la jurisdicción papal.   
Lo intrincado  de estas relaciones quedó expuesto ante la célebre fuga de los amantes furtivos Camila O Gorman y Uladislao Gutiérrez: una señorita de la alta sociedad y un sacerdote. El escándalo provocado por la relación sacrílega y la posterior fuga de la pareja fue mayúsculo. El clero e incluso los enemigos de Rosas presionaban por una sanción ejemplar una vez que Camila y Uladislao fueron descubiertos en Goya, apresados y recluidos en Santos Lugares. La sentencia muerte fue dictada por Rosas – a pesar de los pedidos de piedad fundados en el embarazo que cursaba Camila- y una vez más, dando cuenta de su autoridad y decisión plena, muchos años después –en 1871-, desde su exilio en Inglaterra, asumiría su responsabilidad en el caso: “Ninguna persona me aconsejó la ejecución del cura Gutiérrez y de Camila O’Gorman; ni persona alguna me habló en su favor. Por el contrario, todas las primeras personas del clero me hablaron o escribieron sobre ese atrevido crimen y la urgente necesidad de un ejemplar castigo para prevenir otros escándalos semejantes o parecidos. Yo creía lo mismo. Y siendo mi responsabilidad, ordené la ejecución”.
 

La caída
El primero de mayo de 1851, Justo José de Urquiza, el gran aliado de Rosas en el Litoral, se pronunció en su contra. El entrerriano acusaba a Rosas de negarse a dotar al territorio nacional de una Constitución y de impedir la libre navegación de los ríos, lo cual perjudicaba al Litoral. El Restaurador mantuvo su posición de siempre. Explicó que primero había que lograr una paz duradera para luego convocar a un Congreso Constituyente. Pero ya era demasiado tarde. Urquiza avanzó hacia Buenos Aires junto a su Ejército Grande, alianza militar entre Entre Ríos, Corrientes, Brasil y Uruguay. El 3 de febrero de 1852, el Ejército Grande de Urquiza combatió al ejército de Rosas en el Palomar de Caseros. Rosas permaneció toda la batalla en primera fila, y a pesar de recibir un balazo en su mano derecha, creyó que la victoria sería suya. Cuando el Restaurador se percató de que Urquiza ganaría la contienda. Rosas se retiró velozmente, encaminándose hacia Buenos Aires. Una vez en la Legislatura, renunció a su cargo de gobernador de la provincia y devolvió la suma del poder público. 

Exilio y muerte

Así comenzó el ocaso del caudillo. Ante el derrumbe del poder, en Buenos Aires comenzaron grandes saqueos. Rosas, temiendo por su vida, pidió asilo político y se embarcó rumbo a Inglaterra. Todas sus propiedades fueron confiscadas, por lo cual debe trabajar la tierra con sus manos. El 14 de marzo de 1878, Juan Manuel de Rosas, a los 85 años de edad, enfermo de neumonía, falleció. Hasta el año 1989 sus restos descansaron  en Southampton (Inglaterra)  y el 30 de septiembre de ese año fueron repatriados y sepultados en el cementerio de la Recoleta en Buenos Aires.


María Eugenia Demarchi y Gina Turquetti

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